martes, 3 de febrero de 2009

Lectura: San Marcos 10: 35-45.
Por: Vladimir Orellana Cárcamo.
Domingo 25 de enero, 2009.



Uno de los indicadores para afirmar que una persona es fiel seguidora de Cristo, es su disposición para servir a los demás. Es más Jesús de Nazareth, pronunció una desafiante declaración digna de ser analizada por cualquiera que pretenda ser líder. La proclamación del Mesías es la siguiente: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y poner su vida en rescate de muchos” ( San Marcos 10: 45).

Con base en lo anterior, podemos afirmar que nuestra vocación de servicio nos asemeja a Cristo. No importa en donde sirvamos, si es en nuestra iglesia o en nuestra comunidad o en cualquier otro espacio geográfico donde se requiera nuestra ayuda. Así por ejemplo, dentro de nuestra comunidad cristiana podemos desempeñar un ministerio con el que glorifiquemos a Dios y sea de bendición a los demás creyentes. Cuidar a los niños en sala cuna, velar por la disciplina durante los cultos, atender a los niños en la iglesia infantil, son algunas opciones de servicio en la Casa de Dios.

No obstante, debemos procurar no sólo servir dentro de la iglesia, sino que también nuestro interés por servir a los demás debe trascender hasta otros ámbitos, como por ejemplo, el lugar de trabajo, de estudio o donde vivimos. No importa si nuestra ayuda va dirigida sólo a personas aún no convertidas al evangelio. ¡Mejor, pues de esa manera sabrán que somos auténticos hijos del Creador!

Mas volviendo a las palabras de Jesús dichas a sus discípulos en torno al servicio, necesario es señalar que cuán importante resulta meditar en ellas. Sí Cristo nos dio ejemplo de su esfuerzo por servir en lugar de ser servido, nosotros como sus seguidores, debemos pensar de igual manera. Por consiguiente, cada quien debe hacer lo suyo por crear un espíritu de servicio desde el interior de su familia.

Nadie ignora que vivimos en una sociedad egoísta, donde valores como la solidaridad han ido desapareciendo. Con tristeza observamos como en estos días de propaganda electoral muchos hombres que se autodenominan ”líderes y patriotas”. Se valen del engaño para conquistar vía electoral, un cargo de poder en el sector público. Anhelan llegar al poder no para servir a los demás, sino para beneficiarse a ellos mismos y a su grupo de allegados.

Los hombres y mujeres que así proceden desconocen la dicha cristiana que se siente al trabajar a favor del prójimo. Al respecto hace más de cien años atrás, el poeta y prócer de la independencia cubana José Martí, escribió: “ La patria necesita sacrificios…Se le sirve, pero no se le toma para servirse de ella”. Ese debe ser el ideario de todo buen gobernante que teme a Dios y que de su corazón brota el deseo de ser útil a los más necesitados. En tal sentido, sólo cuando los políticos hayan sido redimidos por Cristo y hayan servido con fe y alegría dentro de una comunidad Cristiana, tendremos la certeza de que actúan conforme a los principios del Altísimo. De lo contrario, todo lo que digan o hagan será demagogia.

En estos primeros días del año, propicio resulta preguntarnos ¿en qué podemos servir a nuestro Padre Celestial? Y aún más los que ya servimos dentro de algún ministerio, debemos formularnos la interrogante ¿mi trabajo cristiano lo desempeño con alegría y convicción, o por el contrario me resulta una carga y lo realizó sólo para digan que amo al Dueño de la Mies? La respuesta sólo tú y yo la tenemos. Un auto análisis de nuestro servicio al Señor Jesucristo es de vital importancia, pues sólo así reconoceremos si nuestra labor en pro de los ideales del evangelio está impregnada de júbilo o adolece de frialdad e indiferencia. “Trabajemos anhelantes en la obra del Señor..” dicen los versos de un himno de antaño, yo le añadiría: trabajemos con gozo y fe para el Rey de nuestra vida.